Sunday, September 30, 2012

Planchas de Plata y los franceses


En el artículo anterior leíamos acerca del descubrimiento de las fabulosas Planchas de Plata de La Arizona en 1736, a unos 25 Km al suroeste del actual Nogales, dentro de este municipio, y de cómo se ordenó que los tesoros hallados fueran confiscados. Pasaron los años y esa región quedó abandonada aunque la leyenda del lugar y aquel hallazgo fue alimentándose, expandiéndose, al mismo tiempo que el temor a los asaltos apaches impedía que llegaran mas mineros al lugar.

En 1817, Dionisio Robles, de Nacameri (actual Rayón), al mando de unos 200 hombres armados llegaron al sitio, excavaron donde pensaron que podría haber plata y encontraron muy poca, aunque no pudieron permanecer por temor a los apaches. Seguirían otras expediciones que tampoco pudieron hallar el gran tesoro que le había dado fama a la región, por lo que el fracaso de las expediciones y el temor a los apaches fueron alimentando la leyenda de la existencia de un gran tesoro enterrado en esa región.

Después de la independencia de México, exploradores europeos que posteriormente escribirían sobre Sonora lo recorrieron e incluyeron a nuestra región en sus novelas. Así Gabriel Ferry, Gustave Aimard,  Lucien Briart entre otros, contribuyeron a despertar el espíritu aventurero de los franceses de la época, curiosidad literaria dirigida a esta región que “logró dar vida a los personajes o tipos que poblaron en la imaginación francesa el septentrión mexicano.” Era una región habitada por “héroes salvajes como la naturaleza que los rodea,”  región que “encerraba las minas más ricas del mundo.”

Gabriel Ferry
Gabriel Ferry, por ejemplo, fue el seudónimo de Eugene Louis Gabriel Ferry de Bellemare (Noviembre 1809, Grenoble - Enero 3, 1852). Había pasado 10 años de su juventud en México durante los cuales visitó Sonora y conoció Guaymas, Hermosillo, Bacoachi, etcétera, así como a personajes históricos de nuestro país, a los que posteriormente mezcló con seres legendarios, tales como el cazador de osos de Bacoachi o los jugadores de naipes, y logró descripciones de esta región que despertaron el interés de la juventud francesa por conocer a Sonora y sus leyendas.

Y mientras surgía y se alimentaba el espíritu romántico francés, compañías como la Casa Jecker, Torre y Compañía, integrada por capital hispano-francés, también empezaron a invertir en nuestro país. Y poco después, como resultado del inicio de la fiebre de Oro de California, gran cantidad de sonorenses se dirigieron a California a la bonanza por lo que Sonora se despobló, lo que llevó al gobernador, José de Aguilar, a promulgar una ley en 1850 que daba facilidades a los colonos que llegaran a la región norteña de Sonora, con la intención de que funcionaran como amortiguadores contra la penetración anglosajona.

Al recibir la noticia de la promulgación de esta ley, de inmediato, la Casa Jecker, Torre y Cía presentó una propuesta pidiendo en propiedad todos los baldíos, minas y placeres entre el paralelo 31 y la frontera Norte, a cambio de un 10% de ganancias para Sonora y la obligación de colonizar la región, aunque la propuesta fue rechazada de inmediato por abusiva contra México y la ley correspondiente derogada por ser anticonstitucional. Sin embargo, el Crnl. Manuel María Jiménez y Francisco María Lombardo habían registrado, el 19 de mayo de 1851 en San Ignacio, Sonora, la mina La Arizona. Era la legendaria Planchas de Plata que para entonces ya había transformado su nombre al más pintoresco de La Arizona, y poco después se presentaban jiménez y Lombardo en las oficinas de Jecker, pidiéndole ayuda para financiar la empresa que intentaba explotar la mina de La Arizona, invitación que éste aceptó gustoso, ya que así lograba recuperar la concesión que acababa de perder. De inmediato se formó la Compañía Restauradora de La Arizona y a ésta se le incorporaron el embajador de Francia en México, André Levasseur, el mismo Presidente de la república, Mariano Arista, así como el gobernador de Sonora, José de Aguilar y el Vicecónsul Francés en Guaymas, José Calvo.

Fotografía de un dibujo de Raousset
Como ya dije, por entonces San Francisco sufría la fiebre del oro y era invadido por gente procedente de todo el mundo, y  entre ellos no pocos eran franceses que llegaban atraídos por las novelas que habían leído sobre las riquezas de esta región.  Entre éstos, el 22 de agosto de 1850 arribaba a San Francisco el joven conde Gastón de Raousset-Boulbon (ningún parentesco con el nombre parecido de la familia Borbón), quien después de despilfarrar su fortuna en Francia venía buscando renovarla en América.

En San Francisco, el Cónsul francés, Partice Dillon, lo invitó a formar una expedición de colonos franceses que colonizaran Sonora, y así fue cómo firmó Raousset, en México, un contrato con la compañía Jecker, Torre, por el que se comprometía a integrar una fuerza expedicionaria de 150 hombres en San Francisco para venir a  Sonora a explorar “los parajes conocidos con el nombre de La Arizona, así como las sierras vecinas, descubrir en ellas las minas y placeres y tomar posesión ... así como defender hasta donde pueda los terrenos, minas y placeres de la compañía contra cualquiera que atacase la propiedad o la concesión.”

Este fue el inicio de la intentona francesa por hacerse de la legendaria Planchas de Plata y que a su vez provocaría la posterior expedición filibustera de Raousset. Pero el espacio se me agota por lo que continuaré en la próxima.

Sunday, September 23, 2012

Planchas de Plata


Muy pocos lo saben, pero Arizona, Estado de la Unión Americana vecino de Nogales, le debe su nombre a lo sucedido en un lugar ubicado a unos 25 kilómetros al Suroeste de esta población y dentro de nuestro municipio. Para llegar allí, se toma el camino del Sáric desde el Sur de Nogales, y después de remontar una sierra por un camino de terracería, uno baja al valle del Arroyo La Arizona, recorriéndolo hasta su confluencia con el Arroyo de las Planchas.

Su fama comenzó hace ya cerca de trescientos años, un día de noviembre de 1736, cuando “un indizuelo tontillo de Tubutama descubrió un pedazo de plata y no conociendo lo que era la enseñó al indio que ahora llaman el descubridor, y preguntándole lo que era le respondió no servía aquello y después investigó del lugar donde la había hallado.” Así fue cómo Bartolillo, que así se llamaba el descubridor, acudió con Antonio Siraumea, nombre del segundo indígena de esta historia, minero de afición como lo eran tantos entonces, quien de inmediato reconoció que se trataba de un trozo de plata y averiguó el lugar del descubrimiento: cerca del Real de la Arizona, en las faldas de la llamada Sierra de San Antonio, más bien conocida actualmente como  Sierra del Guacomea. La noticia del descubrimiento corrió como reguero de pólvora, primero al cercano valle del río Santa Cruz, a Santa Bárbara de los Romero; al río Sonora con los Pérez Serrano en Tetuachi y al cercano Motepore; en resumen a una larga lista de lugares, y de inmediato el lugar se vio invadido por españoles que buscaban hacer fortuna.


El Capitán Juan Bautista de Anza padre, en su función de Justicia Mayor, acudió desde el Presidio de Codoréhuachi (Fronteras) donde vivía, y estableció su base de operaciones en un lugar que también hoy se puede reconocer y que llevaba el pomposo nombre de Real de Nuestra Señora de la limpia Concepción de la Agua Caliente, sitio ubicado un poco más al oeste de la confluencia del Arroyo La Arizona con el de Planchas de Plata, y que hoy es únicamente un pequeño manantial de agua templada que nadie reconocería como que alguna vez tuvo importancia.

Allí, el escribano Manuel José de Sosa, amigo y pariente político de Anza, quien había estado ocupado en el caso de la reciente expulsión del Padre Agustín de Campos de San Ignacio, tema que no le toca a este artículo, firmó con su elegante caligrafía todas las declaraciones que Anza les hizo tomar a los involucrados en el descubrimiento de la plata, agregando que estas declaraciones se realizaban en la Arizona, y así fue cómo este nombre se incorporó a la historia.

Para dar una idea del tamaño del hallazgo, baste leer este párrafo de una declaración: “estaban enterradas en la tierra una cuarta y media vara [a menos de un metro de profundidad], y la más grande de las planchas descubierta por Joseph Fermín de Almazán que con lo que se le ha quitado y lo que está en ser para partir y poder cargarse para sacar donde conviniere, tendría el peso de cien arrobas [poco más de una tonelada] y es tan macisa que parece fundida y en el centro tan blanca como otra cualquiera plata purificada...”

Así, Anza ordenó embargar toda la plata porque si se trataba de un tesoro escondido le pertenecía en su totalidad al Rey, mientras que si era un yacimiento natural se debía pagar el impuesto correspondiente a la Corona, el Quinto Real, aunque se podía explotar. Anza sería muerto el 9 de mayo de 1940 por los Apaches cerca de Santa Cruz, y en 1774 su hijo, del mismo nombre, en el diario de la expedición que realizó para comunicar por tierra a Sonora con California, escribió:

“Dista de este Pueblo [Saric] siete a ocho leguas al nordeste el paraje de la Arizona, o las volas, celebre por las que de plata virgen se hallaron el año de mil setecientos treinta y seis, hasta el peso de Ciento y Cinquenta arrobas (o sea más de 1,700 kilogramos) cuias particularidades se ha dudado; pero es tan cierto que viven muchos de los que las poseyeron, de lo que puedo dar igualmente documentos que lo acrediten, como que mi padre con dictamen de sujetos peritos en Leyes las embargo, por parecerle pertenecian á S.M. cuya conducta aunque no se le aprobo enteramente por el acuerdo de la Ciudad de Mexico, si por el Consejo Real de Castilla.” 

Y así fue cómo La Arizona se incorporó a la leyenda  y a la historia. El embargo ordenado de la plata encontrada, los ataques continuos de los Apaches, la imposibilidad de explotar lo que había allí, alimentaron, todos, la sed natural humana por encontrar algún tesoro escondido. Pero el espacio se me agota en esta ocasión, así que continuaré el tema en otro artículo.

Sunday, September 16, 2012

El Centenario de la Escuela Pestalozzi


Este día 16 de septiembre se realiza otro cambio más de poderes municipales en Nogales, pero también se cumple el día anterior el centenario de la inauguración de la actual Escuela Pestalozzi.

Nogales había surgido en 1884 auspiciado por la paz porfiriana, y después le seguiría el advenimiento de la revolución maderista en México, período en que Nogales no habría sufrido aún algún estragos ocasionados por esa fase del movimiento armado, sino que pasó por un gran crecimiento en población.  Para 1910 éramos alrededor de 4,000 los nogalenses y la mancha urbana se extendía desde la frontera hasta inmediaciones de la actual Plaza Hidalgo, a la entrada de la actual cañada Héroes que entonces era conocida como del Aguajito y comunicaba con el entonces rancho de Buenavista, hoy Mascareñas.

Esta población contaba por entonces con 600 residencias de distintos materiales y 20 edificios públicos. Para inicios del siglo XX había una sucursal del Banco de Sonora y tres hoteles: El Moderno, El París y El Sonora, además del Club Internacional y fábricas de máquinas de coser, de pastas, fósforos, ropa y calzado y numerosos negocios más pequeños. Por otro lado, en la dimensión de educación contábamos con dos escuelas primarias, situadas por la calle Ingenieros, a un costado del actual Edificio del Estado, en dos edificios contiguos, uno para cada sexo, con 4 maestros en cada una, a la cual asistían 128 niñas y 112 niños. Sin embargo, debido al crecimiento de la población se hizo necesario que el gobierno municipal contemplara la construcción de otro edificio escolar durante esa primera década del siglo veinte.

Para1910 era presidente municipal Alberto Claussen, aunque Claussen renunció el 22 de diciembre de 1910 y quedó como alcalde interino Próspero Sandoval. Pero Sandoval renunciaría también el 2 de junio de 1911, y lo reemplazó el Doctor  Ponciano López, a quien le tocó iniciar las labores de construcción del nuevo edificio.  En agosto, el arquitecto estadounidense, O. J. Omstead, a quien se le había encargado que realizara los planos del edificio escolar, los entregó al gobierno municipal, y el día 30 de ese mismo mes, en sesión de Cabildos, se autorizó al ayuntamiento a gestionar un préstamo por $30,000 para construir la futura escuela.

Se formó una comisión encargada de la obra, integrada por los miembros del Ayuntamiento, aunque no pudieron hacer nada en el mes que les quedaba de funciones. Unicamente pudieron colocar la primera piedra del edificio, misma que se encuentra actualmente en una de las esquinas de la construcción.

La siguiente administración, que era encabezada por Fernando Rodríguez Luján, en sesión de cabildos efectuada el 22 de septiembre de ese 1911, acordó cambiar los miembros de la Comisión a los del nuevo Ayuntamiento, y el 11 de noviembre el nuevo presidente municipal consiguió un préstamo por $30,000 del Banco Nacional de México para la construcción.

Ya iniciado el siguiente año de 1912, el 12 de enero, y debido a que no se contaba con los recursos económicos necesarios, el Ayuntamiento decidió vender los edificios de la cárcel y escuelas, ya que se encontraban muy arruinados y con el producto construir un hospital. En mayo 6, el Gobernador aprobaba la venta y después uno de esos edificios escolares antiguos fue adquirido por el presidente municipal, Fernando Rodríguez (hermano de Abelardo), y el otro por Guillermo Barnett (h). Con ese dinero y un préstamo adicional de $10,000 que hizo una benefactora nogalense, hoy olvidada, la Srita. Rosita Muñoz, se pudo concluir el edificio de la escuela Superior, mismo que fue inaugurado el día 15 de septiembre de 1912, es decir un día antes de que Fernando Rodríguez le entregara las riendas del municipio a su sucesor, Guillermo Barnett hijo.

Sin embargo, al iniciar el funcionamiento de la escuela no se contaba con lo más indispensable para su funcionamiento. En los meses siguientes la situación económica nacional empeoraría con el asesinato del presidente Madero, por lo que la situación del nuevo edificio resultó una carga casi imposible de llevar para las arcas municipales. Así fue como el nuevo presidente municipal, Guillermo Barnett hijo, desembolsó el dinero necesario para instalar un sistema de calefacción central, y se les pidió a los padres de los alumnos que llevaran a la escuela los muebles necesarios para sus hijos. En mi casa aún se conserva la silla de mi madre, que fue alumna por entonces.

El edificio de ladrillo de dos niveles de la entonces Escuela Superior comprendía dos instituciones, la escuela de varones en la planta alta y la de niñas en la baja. En ellos se cursaba hasta el cuarto nivel de primaria.

Es mucho lo que ha avanzado Nogales desde entonces, actualmente esta frontera cuenta con varias universidades, aunque también subsiste como testigo mudo de los avatares de la historia de la educación en nuestra frontera ese edificio escolar que fuera inaugurado, esta fecha, hace exactamente cien años.