Ya vimos en los artículos anteriores de esta serie, a propósito de su reciente 95 aniversario, que los hechos que antecedieron a lo sucedido ese 27 de agosto de 1918 no fueron aislados sino que tuvieron ingredientes nacionales y mundiales. Ahora veremos los hechos posteriores, lo que sucedió inmediatamente después de este incidente que le ha otorgado a Nogales el título de heroica.
Para empezar, es necesario explicar que la conformación social de Sonora y de Nogales era muy diferente a la actual. Nuestro Estado era entonces eminentemente rural, ya que más del 70% de los sonorenses de entonces vivían en pueblos y únicamente se encontraban en el Estado los asentamientos mayores de Hermosillo, Guaymas, Nogales, Cananea o La Colorada (Minas Prietas). De acuerdo al censo de 1910, todo Sonora tendría por entonces una población de alrededor de los 250,000 habitantes, o sea más o menos la población actual de únicamente Nogales. La capital, Hermosillo, tendría cerca de 15,000 habitantes, seguida de Guaymas con unos 12,000, luego Nogales con alrededor de 10,000, o bien Cananea con aproximadamente 8,000. Esos eran los reductos, entonces, de vida urbana. Así, los nogalenses de entonces habían llegado recientemente a esta frontera; habían venido procedentes de regiones rurales principalmente del Noroeste de México, y la mayoría lo había hecho con la meta de mejorar económicamente, para escapar de los estragos de la revolución, para formarse una nueva vida.
Nogales, en 1918, tenía 34 años de haber sido fundada, alcanzaba la categoría de Villa y se extendía desde la frontera hasta aproximadamente donde hoy se encuentra la Plaza Hidalgo. Los nogalenses, acostumbrados como estaban a un asentamiento en dos naciones, Nogales Arizona y Sonora, no podían comprender cómo era que, en adelante, a partir de diciembre de 1917, tendrían que mostrar un pasaporte para poder cruzar la frontera. Las muertes provocadas por los guardias que habían sido colocados para impedir el libre tránsito entre ambas naciones, y que no regresaban a quienes intentaban ingresar a la nación vecina por lugares prohibidos, sino que simplemente les disparaban, habían ido colmando gradualmente su paciencia hacia esa acción que entendían como injusta.
Para complicar la situación, la reciente promulgación de una nueva Constitución en México, cuyo artículo 27 declaraba como propiedad de la nación los bienes del suelo y del subsuelo mexicano, preocupaba sobremanera a los inversionistas extranjeros, principalmente a los británicos, ya que el petróleo mexicano abastecía totalmente los requerimientos ingleses de ese energético en el conflicto bélico europeo que entonces se desarrollaba, y que estaba a punto de convertirse en Primera Guerra Mundial.
Así sobrevinieron los hechos de ese 27 de agosto de 1918 cuando un incidente aparentemente sin importancia llevó a que Nogales, Sonora, fuera invadido por fuerzas militares estadounidenses, y que la población nogalense, en forma espontánea, se les enfrentara para rechazarlos.
Vendrían después las investigaciones por ambas naciones, aunque la más contundente fue la estadounidense que encontró que los guardias estadounidenses fronterizos se portaban en forma prepotente contra los mexicanos y se ordenó despojarles de las armas. Sin embargo, la violencia internacional continuó en esta frontera, aún después de que concluyera la Primera Guerra Mundial, lo que echa por tierra la versión de que este incidente internacional fue provocado por espías o instigadores alemanes.
Un mes después del incidente, el 28 de septiembre, eran vistos cruzar la frontera hacia el sur tres soldados extranjeros por el puente Bonillas, y al preguntárseles que por qué habían cruzado por una zona prohibida contestaron primero que eran soldados alemanes, aunque después confesaron ser estadounidenses. Unos días antes había sido detenido otro soldado en igualdad de condiciones, mientras que el 1 de octubre, ya después de haber concluido la Primera Guerra Mundial, cruzaba otro soldado estadounidense, ahora hacia el norte por la calle Juárez, donde no había garita, y se unió con sus compañeros.
Así continuaron las violaciones estadounidenses a las condiciones del cruce establecidas por aquellos meses, por lo que para evitar problemas, el gobierno de Sonora ordenó la construcción de una cerca de alambre para delimitar físicamente la frontera. Sin embargo, tampoco esta medida funcionó, ya que los problemas internacionales continuaron, aún hasta el grado de que el 19 de octubre, a las 9 AM, un avión de la fuerza aérea estadounidense hizo varios disparos sobre Nogales, Sonora, aunque sin causar daños, y dos días después un grupo de leñadores mexicanos era atacado afuera de la población, cerca del panteón del Rosario, por un grupo de soldados estadounidenses quienes les mataron un caballo, y aún después, en enero 7 de 1919, otro grupo de seis soldados estadounidenses realizaban otra incursión a México.
Finalmente, el 9 de febrero de 1920, a las 6 de la tarde, como le informaba el presidente al gobernador en un telegrama, un guardia estadounidense le disparó a un prófugo que llevaba en la nación vecina, aunque erró el tiro que hirió accidentalmente a Gerardo Pesqueira, en Nogales, Sonora. Al saberlo, nuevamente la población entera de Nogales se lanzó a las calles pidiendo armas para defenderse, aunque ya al anochecer le informaba el Presidente Municipal al Gobernador en un telegrama: “...a pesar emoción pueblo ensobervecido [sic] todo arreglose bien debido a buenas amistades con altos jefes militares [estadounidenses]. Población encuentrase en completa calma esta hora.”