Sunday, March 4, 2012

El ser Nogalense


Saturno, según Goya

La historia de México siempre ha sido la de Saturno: el Dios que devora a su progenie para seguir viviendo; o vista desde la visión mexica, la de Huitzilopochtli: el que exige el sacrificio humano para que el sol salga el día siguiente.

Desde la visión de Saturno, nuestros próceres han sido generalmente reemplazados por otros que les niegan validez tanto a ellos como a la fórmula anterior, aunque también ellos serán sustituidos por otros que nuevamente  repetirán esa fórmula. O desde la perspectiva de Huitzilopochtli, el nuevo orden sacrifica al viejo, negándole validez.

Se atribuye a Sebastián Lerdo de Tejada la aparente lapidaria frase: “Hay que cultivar el desierto entre México y los Estados Unidos,” propuesta aparentemente eterna que dictaría para siempre el desarrollo futuro de México, tesis definida por las mutilaciones que sufriera nuestro país a mediados del siglo XIX. Y sin embargo, esta frase de antes del inicio del Porfirismo, de antes del nacimiento de Nogales, anterior a esta hoy ciudad que surgiera como principal símbolo en Sonora de Díaz, fue derrotada por la necesidad de desarrollo económico, por la urgencia de modernizar a la sociedad mexicana.
Huitzilopochtli

Si bien hasta entonces Sonora, eminentemente rural, había estado comunicada por Guaymas hacia el exterior, y el comercio sonorense se realizaba principalmente con Europa y con el California que tras el Tratado de Guadalupe-Hidalgo se hizo estadounidense, vino después el ferrocarril de Sonora, inaugurado en Los Nogales en 1882, antes del nacimiento de esta población, y con esa inauguración fue formado un nuevo eje de comercio de Sonora, un eje ya no rural sino urbano que integraría económicamente a la costa del Pacífico de México, pero que además comunicó, apenas unos 30 años después de las acosadas filibusteras que sufriera nuestro Estado, con los Estados Unidos, y así quedó atrás el principio de Lerdo de Tejada.

Para 1884, el nacimiento de esta población fronteriza había alterado para siempre la geografía del comercio de nuestro Estado. Era el presentimiento de la conversión de esta hoy ciudad en la capital estratégica del Norte de Sonora, el lugar donde lo rural aprende a ser urbano, aunque más profundamente y desde la mentalidad del ciudadano futuro, el laboratorio de fórmulas de convivencia social, tanto en lo interno como en lo externo y no únicamente con vigencia local sino nacional.

Carranza en Nogales
Y después vendría la revolución, y como augurio de lo que se avecinaba fue precisamente en Nogales en donde Venustiano Carranza organizó ese gobierno que intentaba establecer en la nación la nueva fórmula, y también desde aquí, desde Nogales partió Alvaro Obregón dirigiendo la campaña militar que primero recuperaría y después reorientaría el rumbo que adoptó nuestra nación durante el siglo XX bajo una nueva manera de hacer las cosas, es decir con raíces fronterizas.

Siguió en 1928 la campaña de Vasconcelos, que intentó establecer el civilismo en el gobierno nacional, y también fue precisamente aquí, en Nogales, en donde éste proclamó “la revolución necesita, por fin, llegar a los espíritus,” aunque esta arenga resultó prematura ya que fue acallada por la fuerza de las mismas armas que intentaba reemplazar.

Calles y Obregón en 1924, en la toma de posesión del primero
Vendría después el turno de otro de los líderes revolucionarios con raíces formativas en esta frontera, y Plutarco Elías Calles buscó y en parte logró conformar la fórmula social e ideológica del México del siglo XX. Su falla estuvo en la orientación que siguió para darle solución a otro de los problemas eternos de México: lo centrífugo contra lo centrípeta; se inclinó por  lo segundo al intentar darle forma a un Estado infalible, todopoderoso, aunque al mismo tiempo le negaba validez a la opinión libre del ciudadano, la que interpretaba como anarquista, apátrida, centrífuga, y así transcurrió el resto del siglo XX.

Hoy, en la infancia del siglo XXI, la incertidumbre impera soberana sobre fórmulas globales que también se creyó que serían eternas; el mundo se debate entre inseguridades energéticas y hegemónicas,  informáticas y políticas, económicas y sociales, mientras que nuestra comunidad nogalense aún busca lo mismo que antes: la solución, tal vez utópica, a la problemática del ser. Utilizando los principios del trabajo y de la superación personal en esta ciudad que nació para la faena diaria por lo que alguien dijera de ella que nadie descansa afuera de sus casas, el nogalense se manifiesta también bajo una aparente atomización social que, en el fondo, no es sino la expresión de nuestro conflicto identitario, de nuestra fórmula fronteriza de coexistencia de lo propio con lo extraño, del constante intento de ser homo laborabilis en un medio de homo urbanus.

Nuestra permanente búsqueda de la adaptación, nuestro cotidiano pragmatismo se debe a que diariamente nos enfrentamos a la continua redefinición identitaria de lo que somos y lo que queremos ser. En los ritmos públicos cotidianos del levantarnos, del comer, del diario transcurrir o del relacionarnos con los demás, asistimos a la neofrontera geográfica y cultural del ser mexicano en este confín nacional llamado Nogales, al mismo tiempo que intentamos darle forma a un nuevo ser mexicano en medio del diario atestiguar la situación de la potencia mundial vecina en grave crisis, en medio de la cotidiana certeza epistemológica de que vivimos el final de la vigencia del Racionalismo, aunque al mismo tiempo nos lastima nuestro analfabetismo del lenguaje orgánico del futuro.

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