Sunday, March 24, 2013

La venta de la mina de Cananea


En el anterior artículo de esta serie vimos cómo en agosto de 1989 se declaró la quiebra de la mina en Cananea, y el procedimiento que se siguió el día 20 de ese mes para imponer esa medida sobre los cananenses, todo bajo la advertencia presidencial de “no dar marcha atrás.” Eso respondía a un proceso de privatización y “modernización administrativa” de empresas que, desde 1982, había producido el despido de más de 50 mil empleados de la industria minera de México, además de otras similares, como en la Compañía Real del Monte y Pachuca, la Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril, la Fundidora de Monterrey o Altos Hornos de México, aunado todo al cierre de unas 71 empresas mineras en el país. Era una crisis general en la industria pesada del país que, en Sonora, ya había llevado a varios intentos, fallidos, de vender la mina de Cananea, tema sobre el que me extiendo más adelante.

Sin embargo, ocurrió entonces que la presión social por el camino que se había seguido para declarar la quiebra en Cananea no se dejó de sentir, y tuvo consecuencias en las respuestas de todos los actores en ese drama. En primer lugar, el gobierno federal tuvo que atemperar sus intenciones intentando comprar tiempo a través del enredo de la situación, mientras que el sindicato de la compañía minera también fue afectado por lo sucedido. Por ejemplo, en las siguientes elecciones sindicales sólo votó el 40% del personal sindicalizado (unos 850 mineros), y el resultado fue que la diferencia entre el grupo ganador, que encabezaba Armando Martínez y el perdedor, de Oscar Sáinz Cota, fue de sólo 63 votos. No se sabe si tuvo influencia en estas elecciones el levantamiento de actas de investigación por parte de Consejo Nacional de Vigilancia del Sindicato contra Sáinz Cota, acusándolo de malversación de 6 millones de pesos, acusación que posteriormente sería desistida por falta de pruebas.

Ahora bien, cuando tocamos los temas de a quién se le vendió la mina y a qué precio, en primer lugar resulta que había una oposición generalizada, dentro del sindicato mismo así como de otros posibles compradores como la compañía Ingenieros Civiles Asociados (ICA),  de que el mismo grupo que era ya dueño de Nacozari fuera el que se hiciera de la mina de Cananea. La principal razón detrás de ello era evitar el monopolio en el manejo del cobre, que entonces se manejaba como metal estratégico para el desarrollo de México.

Sin embargo, la petición que trataba del grupo comprador fue desechada días antes de la venta, ya que “daría lugar a procedimientos que por ley, requerirían de un largo plazo para su conclusión… prolongando la incertidumbre de todo el personal de CMC y de la comunidad cananense” por lo que se le otorgó la mina al grupo Industrial Minera Mexico, que encabezaba Jorge Larrea, grupo que era dueño de Nacozari, y así fue cómo se constituyó ese monopolio.

Además, en cuanto al precio de venta de la mina de Cananea, el valor en el que el gobierno federal aceptó la venta fue de 475 millones de dólares, cantidad que era la mitad de lo que había ofrecido el grupo PROTEXA en 1988, o la mitad de lo que había invertido NAFINSA en la modernización de sus instalaciones. Eso sin considerar que NAFINSA mismo a principios de 1989 había cotizado la mina en 2,000 millones de dólares.

Por otro lado, las operaciones realizadas posteriormente dieron mucho que decir. Por ejemplo, la liquidación de todo el personal de confianza y su recontratación posterior bajo condiciones diferentes a las que habían gozado, a pesar de que el acuerdo de octubre de 1989 permitía únicamente “liquidar al 30% del personal de la planta no sindicalizado.” 

Ahora bien, encaminada a dar una apariencia de diversificación económica, y acompañando a la venta de la mina, el gobierno federal invirtió en varias acciones encaminadas hacia la diversificación económica del poblado de Cananea, tales como la ampliación de la Zona Libre para que incluyera a Cananea, o el establecimiento de un parque industrial en la ciudad. Sin embargo, después de años de haberse establecido estas medidas de aliento económico para Cananea, aún hoy no se les ve un resultado positivo. La Zona Libre ha influenciado en menor grado la vida del mineral, mientras que el parque industrial languidece a un lado de la carretera que une al mineral con Imuris.

Debido a todo ello, Jorge Luis Ibarra Mendívil, actual Secretario de Educación y Cultura de  Sonora, sostenía proféticamente en su análisis de finales de los 90, “Cananea: Resistencias Regionales a la Política de Modernización” artículo que ya cité en mi artículo anterior, que

“el caso Cananea no está aún cerrado. En efecto, los impactos de la reconversión industrial apenas están por verse. La necesaria modernización (o clausura) del departamento de fundición… es un proceso que afectará sin duda a un considerable número de obreros. Lo mismo sucederá con la anunciada ampliación de las actividades en las plantas ESDE que emplean poca mano de obra y que son denominadas la tecnología del futuro.”

Sunday, March 17, 2013

Cananea, hasta la quiebra de 1989


Este artículo se basa, en gran parte, en el capítulo del actual Secretario de Educación y Cultura de Sonora, Jorge Luis Ibarra Mendívil, “Cananea: Resistencias Regionales a la Política de Modernización” que aparece en el libro Negociación y Conflicto Laboral en México. De cualquier manera, las conclusiones son mías.

Ya vimos cómo desde la década de 1960 crecía la involucración de instancias superiores en el control del mineral de Cananea, que para 1988 se había convertido en la primera productora nacional de cobre, 123 mil toneladas frente a las 121 mil que producía su más cercana rival, Nacozari-La Caridad, empresa privada de Mexicana del Cobre. Los contendientes para controlarla eran el Estado Mexicano y la iniciativa privada, nacional y extranjera.

El proceso por el que pasó Cananea entonces se puede comprender reconstruyendo los pasos de lo sucedido. En 1971, Anaconda, dueña estadounidense de Cananea, vendía un interés controlador en la mina al banco de desarrollo del Gobierno de México,  Nacional Financiera, y desde entonces NAFINSA invirtió en Cananea más de mil millones de dólares, inversión que aceleró su capacidad de producción. Si bien entre 1973 y 1979 había producido apenas 46,610 toneladas anuales, para 1988, como vimos al inicio de este artículo esta producción se triplicó. Además, como resultado del incremento en su capacidad productora, dejó de tener pérdidas desde 1987 y un año después alcanzó ganancias por 170 mil millones de pesos. Para entonces producía casi el 50% del cobre del país, además de aportar alrededor de la tercera parte del PIB de la minería en Sonora, o entre el  7 y 9% del total del PIB del Estado.

Recuerdo un viaje de estudios que tuvimos los entonces estudiantes de Ingeniería al mineral, y a un ingeniero que nos describía, orgulloso, los logros alcanzados hasta entonces. La productividad per cápita se había incrementado durante los ocho años desde la mexicanización de la compañía a pesar del mayor número de empleados. Si en 1979 había 1,700 mineros, para 1988 éstos eran el doble, aunque  con una capacidad per cápita de producción de 33 toneladas por minero, frente a la que había tenido en 1979 de 25 toneladas.

Pero aún no visibles para el común de la gente como nosotros, estudiantes, las nubes de una tormenta se avecinaban sobre el mineral.  En primer lugar, el financiamiento necesario para la triplicación de la producción de cobre estaba basado en adeudos, de los que los de pago inmediato representaban alrededor del 30% del total, además de que el 70% de éste era con NAFINSA misma. En otras palabras, la deuda no era un problema de solución urgente.

Por otro lado, la situación económica de la mina había mejorado considerablemente durante los últimos años antes de ese 1989: sus activos habían crecido en alrededor del 30%, a la par que los pasivos habían caído en 49%, con el resultado de que los activos eran casi el doble de los pasivos: 3.3 billones de pesos contra 1.7 billones.  A ello se le debe agregar que el capital contable había crecido en un 1,000%, mientras que las ventas habían crecido en 300%.

Sin embargo, el proceso de privatización empresarial respondía a la receta “desarrollista” del momento, y el gobierno había pasado ya por varios intentos fallidos de vender la mina a la iniciativa privada detrás de quien había intereses económicos extranjeros, situación que no les preocupó a los mineros, ya que “con cualquier dueño, sus conquistas continuarían estando protegidas por el contrato colectivo.” Así, en mayo de 1989, el sindicato solicitaba la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo y lanzaba un emplazamiento a huelga que vencía el 28 de agosto.

Esa petición definió y aceleró la respuesta del gobierno: era necesario partir de cero, con nuevos dueños y sin contrato colectivo. El 20 de agosto de 1989, la compañía declaró el cierre de operaciones “por motivos estrictamente financieros” y un día después en un comunicado público agregaba  que “el estado de insuficiencia financiera para enfrentar sus cuantiosos compromisos de pago ya vencidos, así como las críticas condiciones de la empresa y la imposibilidad de acceder a las peticiones laborales para la firma del Contrato Colectivo 1989-1991, la empresa se ve obligada a solicitar su declaración de quiebra ante un Juzgado de lo Concursal en el Distrito Federal.”

Ese domingo, las instalaciones de la mina, todo el pueblo de Cananea, fueron tomados por una fuerza armada de 4,000 efectivos del ejército mexicano; sin medir las consecuencias, el Estado se aprovechaba de las instituciones diseñadas para proteger a la nación. Mientras, los principales diarios de Sonora y Arizona, EL IMPARCIAL, y  el ARIZONA DAILY STAR apoyaban a los mineros, y empezaron a llegar personajes  a Cananea: el Gobernador de Sonora Rodolfo Félix Valdés, el Obispo de Hermosillo Carlos Quintero Arce, así como, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas (del recién fundado PRD) y Luis Donaldo Colosio Murrieta (del PRI), todos a mostrarle su apoyo a los mineros desalojados.  Un día después de la llegada de Colosio el ejército dejaba las instalaciones de Cananea, aunque bajo la advertencia presidencial de: “no dar marcha atrás.”

Wednesday, March 13, 2013

El Centenario de la Toma de Nogales


Interrumpo en esta ocasión la serie de artículos acerca de la historia de Cananea, para tocar un tema del que se conmemora el centenario:

Este 13 de marzo, número cabalístico por excelencia, conmemoraremos el centenario del inicio de la segunda etapa de la revolución mexicana, pero además también está el hecho de que ésta empezó precisamente aquí, en Nogales. Hagamos memoria…

Durante la primera etapa de la revolución, la que encabezara Don Francisco Ignacio Madero, Nogales no había sido tocada por la revolución. El único impacto que nos quedó de ese periodo fue la inauguración de la entonces escuela Superior un 15 de septiembre de 1912, escuela que posteriormente cambiaría de nombre a Juan Enrique Pestalozzi.

Después de la elección de Madero como Presidente de México y de su ascenso al poder nacional, otros cinco meses más tarde, en febrero de 1913, en un Golpe de Estado que encabezara el General Victoriano Huerta, el Presidente Madero era derrocado, y el día 22 fueron asesinados Madero y José María Pino Suárez, vicepresidente.

Ese asesinato abrió la puerta a la insurrección armada nacional, protesta que empezó precisamente aquí, en Nogales, debido a la posición estratégica que tiene esta población que entonces estaba por cumplir treinta años de ser fundada; es estratégica por ser puerta comercial internacional de la costa del pacífico mexicano; por darle la oportunidad a los revolucionarios para adquirir armamento y municiones, además de ofrecer la ventaja de tener comunicación telegráfica con el resto de México, ya que aunque Sonora no estaba enlazada ni por ferrocarril ni telégrafo con el resto de México, El Paso sí lo estaba y la información podía ser fácilmente transmitida a Nogales por territorio estadounidense.

El Corl Alvaro Obregon
Pero regresemos a nuestra crónica. Después del asesinato de Madero, el entonces Coronel Alvaro Obregón, al mando de unos 600 hombres se levantaba en armas contra el usurpador Huerta y decidió por las razones que ya enumeré tomar la fronteriza Nogales en el que resultó primer hecho de armas de la revolución constitucionalista, como se le llamó a esta segunda etapa.

Nogales tendría entonces poco menos de 10 mil habitantes y se extendía a lo largo de la cañada desde la frontera hasta inmediaciones de la actual Plaza Hidalgo. La defendían alrededor de  100 hombres al mando del Teniente Coronel Manuel Reyes, quien para incrementar sus fuerzas echó mano de alrededor de 130 hombres de la Gendarmería Fiscal, al mando del Coronel Emilio Kosterlitzki.

Reyes ordenó la construcción de siete trincheras ubicadas en los cerros situados al Este y Oeste de la población, en cada una de las cuales ordenó colocar unos 20 hombres, además de una línea de 54 tiradores para defender la entonces entrada Sur al poblado, desde la actual Colonia Héroes hasta el cerro de la pila. Finalmente, destacó 25 hombres unos 500 metros más al Sur, como avanzada para cuando se acercaran los atacantes.

Nogales durante el ataque de Obregón
Por su parte, Obregón se aproximó desde el Sur a la población, un Nogales que había estado bajo la lluvia y la nieve desde el día 11 y, acampado en Lomas, anocheciendo el día 12 mandó dos columnas de unos 150 hombres a rodear el poblado en forma de pinza, por el Este al mando del Mayor Antonio A. Guerrero, y el Oeste bajo el Cap. Gonzalo Escobar, ordenándoles que iniciaran el ataque a la 1 de la madrugada del día 13. Al iniciar el enfrentamiento, el mismo Obregón, acompañado del Coronel Juan Cabral y 15 jinetes atacarían desde el Sur siguiendo a lo largo de la cañada. Sin embargo, las columnas laterales se retrasaron en su avance lateral, por lo que el combate comenzó hasta que amanecía el día 13, y se extendió a lo largo de todo ese día.

A eso de las 4 de la tarde de ese 13 de marzo, las municiones de los defensores empezaron a escasear por lo que el Coronel Reyes decidió entregarse a las autoridades estadounidenses a eso de las 5 de la tarde, mientras que las fuerzas de Obregón esperaron hasta el siguiente, 14, para entrar al poblado. Durante el combate, los defensores perdieron al Capitán Miguel Valle, muerto en el Cerro a la entrada de la Héroes y a tres soldados, mientras que los atacantes tuvieron 6 muertos.

Edificio de la Aduana de Nogales
La toma de Nogales durante ese nevado 13 de marzo de 1913 cumplió la importantísima, vital función de ofrecerle una base firme, estratégica a los revolucionarios, y pocos meses después llegaba Don Venustiano Carranza a iniciar, aquí, en esta frontera, la reconstrucción nacional; en el edificio de la Aduana local integró su primer gobierno; en Nogales también diseñó el General Felipe Angeles la campaña militar que, en forma de pinza llevaría a los constitucionalistas a la conquista  de la Ciudad de México y del resto del país. Fue esa fecha cuyo centenario conmemoramos hoy; en resumen, era un Nogales que no se podía imaginar que en su seno nacía entonces el régimen que actualmente rige los destinos de nuestra nación.

Sunday, March 10, 2013

Cananea de los 20 a los 1960´s


Ya veíamos en el artículo anterior cómo la revolución mexicana definió un cambio estructural del manejo de los recursos del país hacia recetas de corporaciones cada vez mayores, más poderosas, todo como anticipo de lo que se avecinaba. Este proceso llevó a que las grandes compañías mineras, sonorenses las más, aprovecharan esa situación regulatoria imperante en el México de entonces para crecer, mientras que las pequeñas, tanto mexicanas como estadounidenses, se enfrentaron a una cambiante situación que impedía el progreso de sus empresas, ya que, recordaría un minero de Nacozari, las grandes compañías mineras de Sonora: “pueden contarse con los dedos de una mano… [mientras que un minero en pequeño] puede levantarse alguna mañana y encontrar que debido a alguna nueva regla, sus costos han aumentado de tal manera que no le queda ningún margen de ganancia…” 

Después de la clausura de la mina de Cananea en 1921, ésta resumía operaciones en agosto de 1922, y para el año siguiente el ferrocarril de la mina había acarreado, desde los tiros existentes que se utilizaban para extraer el mineral, un total de cerca de dos millones de toneladas de carga, incluyendo a 300 mil de cobre que fue producido en la fundición cananense y embarcado. Era una operación minera que todavía se basaba en la explotación por medio de tiros y en el subsecuente acarreo del material por medio de ferrocarril a la concentradora, a la fundición y hacia el exterior.

Vendría después la gran depresión económica mundial, aunque para entonces, en 1926 había sido descubierto, a 900 pies debajo de la superficie del suelo, un riquísimo filón de metal en Cananea, yacimiento al que se le dio el nombre de La Colorada, el que para 1928 inició a operar. Ese fue el mismo año en que las 4C, como se les conocía hasta entonces, oficialmente se convirtieron en una dependencia de la Anaconda Copper Company, conglomerado estadounidense que operaba en Cananea bajo el rubro de “Compañía Minera de Cananea.” Sin embargo, cabe recordar aquí que Greene había perdido el control de la mina de Cananea ante intereses de la familia Rotschild, quienes a su vez controlaban a la antecesora de  La Anaconda, que había sido conocida hasta 1915 como la Amalgamated Copper Mining Company, y a su vez, los Rotschild pasarían el control de la Amalgamated a la familia Rockefeller, petroleros que eran dueños a su vez de la Standard Oil. Todo este embrollo de posesiones hace difícil rastrear quién fue el dueño verdadero de la mina de Cananea durante esos estos años, aunque obviamente quienes detentaron el poder sobre esta mina pertenecían a la élite económica estadounidense.

Durante aquellos años que incluyeron y siguieron a la Gran Depresión, tan sólo el yacimiento de La Colorada produciría, antes de que se agotara y cerrara en 1944, más de 700 millones de libras de cobre, con una ley promedio de 7.5% de metal, además de otros minerales y metales, tanto de importancia estratégica como preciosos.  Se ha dicho que tan sólo el yacimiento de la Colorada fue el que mantuvo a la compañía Anaconda solvente durante aquellos años de la Gran Depresión, cuando el precio del metal rojo cayó a precios nunca antes alcanzados antes, de alrededor de 5 centavos por libra.

Explotación minera a tajo abierto
Al concluir operaciones La Colorada, la explotación minera en Cananea había estado cambiando, de tiros subterráneos como se había manejado desde sus inicios como mina, a una explotación de tajo abierto, que consiste en desmontar, “descapotar” como se le conoce en términos mineros, el suelo que cubre al yacimiento, y después de ser removida esa capa los mineros tienen acceso a grandes volúmenes de tierra que hacen costeable la extracción de minerales con leyes menores de concentración de metal, obteniéndolos a precios más bajos que los tradicionales.

Además del cambio de régimen, de tiro a tajo abierto, también se realizaron otras medidas para optimizar la producción: entre 1957 y el 60 se realizaron varias investigaciones para ampliar las instalaciones y poder beneficiar 25 mil toneladas de mineral diarias. Además, se iniciarían negociaciones con el Estado Mexicano para incrementar sus inversiones en la mina por un monto de 400 millones de pesos con la meta de que le permitiera ampliar la producción de cobre a 35 mil toneladas de cobre diarias, y  en 1966 instaló bandas sinfín y un sistema hidráulico en la concentradora, reduciendo con ello la necesidad de utilizar ferrocarriles que llevaran el mineral a ser concentrado.

Para entonces, el metal que se producía en Cananea, que constituía el 66% de la producción nacional, era utilizado totalmente en México. Todo eso hablaba de una creciente interpretación de la minería del cobre como estratégica para el desarrollo de México y, asociado con ello, de la inminente mexicanización de la mina, pero el espacio se me agota...

Tuesday, March 5, 2013

Cananea durante la Primera Guerra Mundial


Después de la derrota final en Sonora del General Francisco Villa por los Constitucionalistas, muchos creyeron que la paz y el progreso regresarían a Cananea, aunque no fue así. La inestabilidad social ocasionada por la revolución continuaría ejerciendo su presión sobre la región y a ella se le unirían las consecuencias regionales de la Primera Guerra Mundial.

La compañía minera de Cananea argumentaba que después de la partida de los villistas las instalaciones mineras habían quedado “en un muy mal estado” y valuaron en un total de poco más de $233 mil dólares las pérdidas ocasionadas por la ocupación. Pero eso no era todo, para 1917 se dejaron caducar 7,702 denuncios mineros en la región y poco después el gobierno de México ordenaba que se cerrara la mina hasta que fueran pagados poco más de un millón de dólares en impuestos vencidos. Una nueva receta de relaciones económicas entre un país que descubría su nacionalismo y el capital foráneo estaba naciendo.

Columbus, Nuevo Mexico, después del ataque 
Empezando 1916, Villa atacaría Columbus, Nuevo México, lo que llevó a la incursión de la Expedición Punitiva, un ejército que, al mando del Gral. John Pershing, penetró por Chihuahua a México intentando atraparlo, aunque sin éxito. Y mientras ésto sucedía, Estados Unidos se preparaba para el papel preponderante mundial que tendría durante el siglo XX, y entre sus medidas para intentar lograr un mayor control sobre sus fronteras estuvo  el establecimiento de los pasaportes en diciembre de 1917.

Los mineros siendo deportados de Bisbee
Para entonces había hecho crisis también en Arizona el movimiento de los mineros;  en junio de ese 1917 miles de mineros abandonaron sus trabajos en las minas de la Compañía Copper Queen cerca de Bisbee, en lo que la prensa y opinión pública estadounidenses consideraron como un acto de deslealtad patriótica ya que se detenía la producción estadounidense de cobre precisamente en el momento cuando éste era más necesitado para producir municiones para la Primera Guerra Mundial. Para oponerse al grupo sindical minero, Trabajadores Industriales del Mundo (Industrial Workers of the World), que era visto como socialista, se formaron en Bisbee la Liga de Protección a los Trabajadores formada por hombres de negocios de Bisbee, y la Liga de Lealtad de los Trabajadores integrada a su vez por mineros que no participaban en la huelga, ambos para combatir a los huelguistas.

La deportación de los mineros de Bisbee en 1917
Así fue cómo el amanecer del 12 de julio de 1917, al amparo de los silbatos de la mina Copper Queen de Bisbee que los llamaba a unirse, dos mil hombres se reunieron con cientos de policías locales y, encabezados todos por el Presidente de la Phelps Dodge, Walter Douglas, se dedicaron a reunuir mineros huelguistas.

Unos 1,200 fueron puestos bajo custodia armada en el estadio de beisbol para ser después subidos a carros de ferrocarril que los expulsaron del Estado de Arizona, y en el pueblo de Hermanas, Nuevo México, cerca de Columbus, pueblo que el año anterior había sido atacado por fuerzas villistas, fueron desembarcados y abandonados después de amenazarlos que no intentaran regresar a Arizona.

Los vagones llenos de gente, listos para ser deportados
La mayoría de este grupo de mineros eran mexicanos quienes, a los ojos de los arizonenses, según diría el Sheriff Harry Wheeler “muchos de estos huelguistas eran villistas que habían obligado a cerrar la mina de Cananea,” además que toda la región fronteriza se llenó de falsos rumores de villistas armados que merodeaban la región aledaña a Cananea. El espectro de la huelga de Cananea todavía vivía en la mentalidad de los arizonenses del Sur de ese Estado.

Pero ésto no fue todo, ya que al concluir la I Guerra Mundial el precio del cobre empezó a caer. Para 1920 ya no había quien lo comprara aún a precios por debajo del mercado. Si bien Greene  había dicho que “podía poner cobre en Nueva York por menos de 9 centavos por libra”, sus costos reales de producción se habían aproximado  al doble de ese precio, aunque para la década de 1920 su costo de producción había sido reducido a poco más de 13 centavos, y aún así nadie compraba el metal. Todo esto forzó a que la mina de Cananea cesara operaciones en 1921.

Al ser cerrada la mina, durante esos años posbélicos Cananea quedó abandonado, y al resumir  operaciones fue necesario que la compañía contratara trabajadores de otras regiones del Estado. El procedimiento  que siguió para contratarlos nuevamente, en voz del historiador Samuel Truett: “se apoyó en oficiales locales que funcionaban como contratistas… Mientras, las élites regionales se aprovecharon de las dificultades  para disciplinar a los trabajadores… administrando a sus compatriotas para favorecer su propia ventaja económica. Así fue como las compañías de cobre surgieron del otro lado de la revolución mexicana aún más fuertes que nunca, aunque todavía tenían que reconciliar sus sueños de control con las redes locales de poder, arraigadas aún más allá de las miradas del Estado o de la corporación.”