Sunday, September 23, 2012

Planchas de Plata


Muy pocos lo saben, pero Arizona, Estado de la Unión Americana vecino de Nogales, le debe su nombre a lo sucedido en un lugar ubicado a unos 25 kilómetros al Suroeste de esta población y dentro de nuestro municipio. Para llegar allí, se toma el camino del Sáric desde el Sur de Nogales, y después de remontar una sierra por un camino de terracería, uno baja al valle del Arroyo La Arizona, recorriéndolo hasta su confluencia con el Arroyo de las Planchas.

Su fama comenzó hace ya cerca de trescientos años, un día de noviembre de 1736, cuando “un indizuelo tontillo de Tubutama descubrió un pedazo de plata y no conociendo lo que era la enseñó al indio que ahora llaman el descubridor, y preguntándole lo que era le respondió no servía aquello y después investigó del lugar donde la había hallado.” Así fue cómo Bartolillo, que así se llamaba el descubridor, acudió con Antonio Siraumea, nombre del segundo indígena de esta historia, minero de afición como lo eran tantos entonces, quien de inmediato reconoció que se trataba de un trozo de plata y averiguó el lugar del descubrimiento: cerca del Real de la Arizona, en las faldas de la llamada Sierra de San Antonio, más bien conocida actualmente como  Sierra del Guacomea. La noticia del descubrimiento corrió como reguero de pólvora, primero al cercano valle del río Santa Cruz, a Santa Bárbara de los Romero; al río Sonora con los Pérez Serrano en Tetuachi y al cercano Motepore; en resumen a una larga lista de lugares, y de inmediato el lugar se vio invadido por españoles que buscaban hacer fortuna.


El Capitán Juan Bautista de Anza padre, en su función de Justicia Mayor, acudió desde el Presidio de Codoréhuachi (Fronteras) donde vivía, y estableció su base de operaciones en un lugar que también hoy se puede reconocer y que llevaba el pomposo nombre de Real de Nuestra Señora de la limpia Concepción de la Agua Caliente, sitio ubicado un poco más al oeste de la confluencia del Arroyo La Arizona con el de Planchas de Plata, y que hoy es únicamente un pequeño manantial de agua templada que nadie reconocería como que alguna vez tuvo importancia.

Allí, el escribano Manuel José de Sosa, amigo y pariente político de Anza, quien había estado ocupado en el caso de la reciente expulsión del Padre Agustín de Campos de San Ignacio, tema que no le toca a este artículo, firmó con su elegante caligrafía todas las declaraciones que Anza les hizo tomar a los involucrados en el descubrimiento de la plata, agregando que estas declaraciones se realizaban en la Arizona, y así fue cómo este nombre se incorporó a la historia.

Para dar una idea del tamaño del hallazgo, baste leer este párrafo de una declaración: “estaban enterradas en la tierra una cuarta y media vara [a menos de un metro de profundidad], y la más grande de las planchas descubierta por Joseph Fermín de Almazán que con lo que se le ha quitado y lo que está en ser para partir y poder cargarse para sacar donde conviniere, tendría el peso de cien arrobas [poco más de una tonelada] y es tan macisa que parece fundida y en el centro tan blanca como otra cualquiera plata purificada...”

Así, Anza ordenó embargar toda la plata porque si se trataba de un tesoro escondido le pertenecía en su totalidad al Rey, mientras que si era un yacimiento natural se debía pagar el impuesto correspondiente a la Corona, el Quinto Real, aunque se podía explotar. Anza sería muerto el 9 de mayo de 1940 por los Apaches cerca de Santa Cruz, y en 1774 su hijo, del mismo nombre, en el diario de la expedición que realizó para comunicar por tierra a Sonora con California, escribió:

“Dista de este Pueblo [Saric] siete a ocho leguas al nordeste el paraje de la Arizona, o las volas, celebre por las que de plata virgen se hallaron el año de mil setecientos treinta y seis, hasta el peso de Ciento y Cinquenta arrobas (o sea más de 1,700 kilogramos) cuias particularidades se ha dudado; pero es tan cierto que viven muchos de los que las poseyeron, de lo que puedo dar igualmente documentos que lo acrediten, como que mi padre con dictamen de sujetos peritos en Leyes las embargo, por parecerle pertenecian á S.M. cuya conducta aunque no se le aprobo enteramente por el acuerdo de la Ciudad de Mexico, si por el Consejo Real de Castilla.” 

Y así fue cómo La Arizona se incorporó a la leyenda  y a la historia. El embargo ordenado de la plata encontrada, los ataques continuos de los Apaches, la imposibilidad de explotar lo que había allí, alimentaron, todos, la sed natural humana por encontrar algún tesoro escondido. Pero el espacio se me agota en esta ocasión, así que continuaré el tema en otro artículo.

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