Sunday, January 8, 2012

La cacería del venado


En esta temporada de fines de año y principios del nuevo, es decir que además de navidad y año nuevo, es de cacería invernal, la del venado, éste es un ritual en el que convivimos sin darnos cuenta de las raíces ideológicas en las que participamos de nuestra región. Por las carreteras vemos a cazadores que van a diversos ranchos en busca de venados, todos confiados en lograr la mejor pieza, todos con la esperanza de comer carne de venado al llegar el nuevo año; esa es la imagen superficial. Lo que no sabemos es que esta cacería es una costumbre antiquísima, con raíces en la ideología y la religión nativos, en la que han participado desde tiempos inmemoriales no únicamente los habitantes de Sonora sino de todo México.

La mención más antigua del venado en el actual Sonora se remonta a la década de 1530, cuando Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su épica odisea nos habla de un lugar, hoy ignoto, que posiblemente estuvo ubicado entre Ures y Banámichi en las márgenes del río de Sonora.  Asi, nos dice: “En el Pueblo donde nos dieron las Esmeraldas, dieron a Dorantes mas de seiscientos corazones de Venado abiertos, de que ellos tienen siempre mucha abundancia para su mantenimiento, y por esto le pusimos nombre, el Pueblo de los Corazones, y por el es la entrada para muchas Provincias, que están a la Mar del Sur.” Es probable que esa cantidad mencionada de carne de venado nos parezca exagerada, aunque si acudimos a la investigación de un antropólogo noruego, Karl Lumholtz, quien en la década de 1890 nos habla de otra costumbre de cazar venados, en esta misma temporada invernal, aunque no entre los indígenas de Sonora sino entre los Huicholes de Nayarit, de donde deducimos que no era exagerada en realidad:

“Siempre que se trae un venado, la carne es cocinada y cortada en cubos pequeños, que luego son ensartados en cuerdas y colgadas a secar y endurecerse, en cuya condición es conservada hasta que llega la fiesta. De esta manera pueden durar cazando semanas y semanas  hasta que quedan satisfechos de que han matado suficientes venados para agradar a los dioses.”

Y es el mismo Lumholtz quien nos describe el trasfondo religioso que para los Huicholes tenía el consumo del venado: “…es el emblema de la alimentación y fertilidad, y su sangre es rociada sobre las semillas de maíz, para que éstas se hagan igualmente alimenticias. El es el sacrificio más valioso para los dioses, y sin éste la lluvia y los buenos cultivos, la salud y la vida no se pueden alcanzar.”  

Danza del Venado durante una festividad religiosa en Sonora
 El venado fue siempre un animal altamente simbólico para los grupos indígenas nativos de México, como aquí, en Sonora, las investigaciones recientes entre los Yaquis también lo corroboran. Para estos, como lo sabemos, el venado es fundamental ya que los yaquis se encuentran íntimamente relacionados con el espacio o “konti,” o sea los productos de la tierra. Ante esta situación, es válido que nos hagamos  las preguntas: ¿Porqué existe esta constante en todo México de considerar al venado como un animal sagrado? ¿Porqué esta concidencia en los rituales asociados a la cacería del mismo?

Durante la prehistoria y hasta nuestro momento actual, tenemos que el venado conserva una función ideológica dual: por un lado vinculada con sociedades agrícolas en las que el espacio es primordial, pero también, y esta es la pista fundamental, en las sociedades relacionadas con el comercio. Así sucedió en regiones con sociedades tan disímiles como Sonora, en donde había indígenas agrícolas o colectores, sedentarios o comerciantes, aunque de cualquier manera, en todas ellas el venado siempre tuvo una vigencia fundamental. Mi propuesta, aquí, es que es posible entender estos rituales relacionados con el venado como mecanismos ideológicos a través de los cuales, estos diversos grupos participaban en redes de comercio prehispanas que unían al centro de México con el actual Estados Unidos.

Corroborando esta hipótesis, tenemos la descripción del mismo Cabeza de Vaca, quien habla de la participación sonorense en estas redes comerciales, precisamente en el Pueblo de Corazones donde les dieron los seiscientos corazones de venado:

“y dabannos muchos Venados, y muchas Mantas de Algodon, mejores que las de la Nueva-España. Dabannos también muchas Cuentas, y de unos Corales que hay en la Mar del Sur, muchas Turquesas; muy buenas que tiene de hacia el Norte y finalmente dieron aqui todo quanto tenian, y à mi me dieron cinco Esmeraldas hechas puntas de Flechas..; y pareciendome à mi que eran muy buenas, les preguntè, que donde las havian havido? y dijeron, que las traìan de unas Sierras muy altas, que estan hacia el Norte, y las compraban a trueco de Penachos, y Plumas de Papagayos.”

Esqueleto de una guacamaya recuperado en Nogales, Arizona
Es decir, hay muchísimo por conocer aún sobre la prehistoria de nuestra región y de sus redes comerciales, aunque las crónicas y descubrimientos arqueológicos comprueban cada vez más su validez. Entre las pruebas de estas redes están el hallazgo reciente de un esqueleto prehispano de guacamaya de 8 semanas de edad en un sitio ubicado en el actual Nogales, Arizona.

Otra, la existencia de turquesa y conchas extraídos de diversos lugares, no únicamente de México sino del actual Estados Unidos, que han sido encontrados en diversos sitios prehispanos de todo México, como lo apreciamos en la cabeza de un guerrero encontrada en Tula, Hidalgo, y elaborada con abulón de California, conchas marinas del Océano Pacífico y cerámica de Centroamérica, que muestro a continuación.

Pero sobre todo, el saber que el ritual de la cacería del venado jugó un papel, hoy desconocido, como agente ideológico aglutinador en un continuo secular en el que todavía participamos los sonorenses de hoy, los mismos sonorenses que en esta temporada actúan el ritual de su caza anual. En el próximo artículo hablaré de ese licor tan aparentemente sonorense como es el bacanora.

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