Sunday, July 29, 2012

El accidente de la mina Cerro Blanco y la familia Bartell, en Imuris


Había planeado dedicarle un artículo a cada mina y ferrocarril sonorenses, pero la respuesta que he tenido a lo escrito hasta hoy me obliga a cambiar mis planes. Las tradiciones minera y ferroviaria en Sonora forman parte de nuestra identidad; a todos nos atrae recorrer mentalmente cómo habrán vivido nuestros antepasados mineros y ferrocarrileros. Digo ésto porque la placentera tarea de compartir con los lectores lo sucedido en el pasado sonorense, y la respuesta de éstos a lo ya publicado, me lleva a retomar la historia de la mina de Cerro Blanco, al Noreste de Imuris. Por ejemplo, en el artículo que ya escribí sobre ella, apenas mencioné el tema de un accidente ferroviario, aunque gracias a la información que me envía el Sr. Antonio Soto Bartell es que puedo ahora extenderme más sobre el mismo.

Este ocurrió un 21 de septiembre de 1891, cuando el maquinista aceleró de bajada demasiado una de las dos pequeñas locomotoras que eran utilizadas para llevar al personal y bajar tanto mineral como trabajadores desde las alturas de Cerro Blanco. Como consecuencia de la velocidad, el tren se descarriló y cinco mineros fallecieron. Los nombres de cuatro de ellos, me dice el Sr. Soto Bartell, fueron transferidos al obelisco que aún hoy se puede encontrar en el antiguo panteón de Imuris; ellos eran W. Pinkham, J. Acunna, E. Laguna, S. Dumba, mientras que el quinto, Ignacio Gracia, fue llevado aún con vida a Terrenate pero falleció el día siguiente y allí fue sepultado. Hubo, además, heridos, según recuerda el Sr. Soto Bartell, quien rebasa las ocho décadas de edad llenas de experiencias,  y agrega: “cuando yo tenia 8 a 10 años conoci a uno se llamaba Ramon Ochoa y era vecino de nosotros y en el accidente se estropeó mucho una pierna que le fue amputada por medico gringo como el decia era un medico que trajo la minera yo recuerdo bien don Ramon le decian el mocho Ochoa, no recuerdo bien pero don Ramon murio antes de 1940…”

Y regresando a la tumba de esos mineros, el obelisco que fue erigido en el panteón de Imuris ha sufrido las inclemencias del tiempo. Originalmente, además de los nombres de los fallecidos llevaba la leyenda en Inglés: “To the Memory of”, luego los nombres de cuatro de los fallecidos, y concluía con: “Imuris Mines Limited. Who Died Sep 21, 1891”. Sin embargo, aproximadamente un metro del obelisco hace tiempo que desapareció, lo mismo que parte de la leyenda.

Y ya abierta la llave de los recuerdos, continúa el Sr. Soto Bartell narrándome la participación de su familia en la historia del ferrocarril en Sonora, historia que hasta hoy sólo vivía en sus recuerdos. Me dice que su abuelo por la rama materna, William Bartell Wilson, nació en 1866 en Berlín, Alemania; que parte de su juventud trabajó en los ferrocarriles alemanes y como a los veinte años de edad emigró a América. Llegó a Nueva York donde trabajó en los astilleros del puerto neoyorquino y allí supo que el recién inaugurado Ferrocarril de Sonora buscaba maquinistas para la nueva vía entre Guaymas y Los Nogales, por lo que se trasladó a Calabazas, Arizona (actual Río Rico), donde inició su labor como maquinista en el tren.

En 1887 fue a Guaymas y allí casó con María Luisa Fierro Canet, siguió como maquinista del Ferrocarril de Sonora, cubriendo la ruta desde Nogales hasta Guaymas, así como el ramal de Hermosillo a La Colorada, aunque en 1898 enfermó de tifoidea; fue llevado a Nogales, Arizona, y como entonces todavía no se inauguraba el hospital arizonense, se quedó en un pequeño hotel, donde falleció días después y fue sepultado en el panteón de Nogales, Arizona.

La abuela del Sr. Soto Bartell, viuda y con cinco hijos, casó nuevamente en Guaymas con un francés residente en el puerto, Francisco Bastián, y después del matrimonio los recién casados se fueron a vivir al rancho Remedios (que fuera la segunda misión fundada por el Padre Kino en 1687) ya que el rancho era de Gregorio Bastián, padre del recién casado. El nuevo matrimonio tuvo siete hijos, que con los cinco del primer matrimonio de ella, completaron la docena.

Y así continúa con sus recuerdos el Sr. Soto Bartell, y ahora cambia de tema a la historia de un tío suyo, Francisco Bartell, quien en 1910 consiguió empleo de maquinista, aunque le tocó sufrir un asalto al tren por los yaquis en La Pitaya, el 11 de abril de 1911. Estos habían quemado un puente, lo que provocó que se descarrilara el tren que conducía, así como la muerte de varios pasajeros, y allí murió él también. Tenía entonces 21 años de edad. Esa es, a grandes rasgos, la evocación de los recuerdos del Sr. Antonio Soto Bartell que, para ilustración del lector sobre cómo se vivía antes en Sonora, presento en esta ocasión.

No comments:

Post a Comment