Sunday, July 7, 2013

Los Nuevos Dos Nogales

Ya leíamos en los artículos anteriores cómo, debido al establecimiento de las maquiladoras en Nogales a partir de la década de 1960, esta población explotó en población; pero además debido a su orografía particular fue creciendo en forma diferente a las demás limítrofes nacionales que lo hicieron extendiéndose apegadas a la frontera internacional. Así, fue creciendo de Norte a Sur siguiendo la cañada del arroyo que le diera nombre, Arroyo Los Nogales.

En la década de los 70 u 80 del siglo pasado, lugares que se encontraban afuera de la mancha urbana, en nuestro día constituyen el centro geográfico de Nogales, Sonora. De esta manera, la hoy antigua estación del ferrocarril, edificio que fuera edificado en un punto que en aquel entonces se pensó que pasarían muchísimos años para que fuera absorbido por el crecimiento urbano, en nuestros días, desprovisto de cualquier función y como edificio vacío, únicamente sirve para definir sobre el terreno el centro geográfico nogalense, un centro que atestigua cómo el antiguo Nogales es reemplazado por un Nogales de pasos a desnivel y de velocidades cada vez mayores, un Nogales de espacios que escapan de la angosta cañada que le diera origen a la población debido a que, precisamente allí, la cañada se ensancha.

Así, este nuevo Nogales, Sonora, un Nogales que se encuentra delimitado hacia el Norte por el edificio del  Centro Cultural los Nogales (CECUN) y que como vemos crece hacia el Sur, en forma cada vez más intensa busca independizarse de su condición fronteriza. Esto se debe a que han surgido en su seno comercios, tiendas, centros de diversión y de cultura, en fin alternativas del ser que son propuestas naturales a las condiciones locales y que  buscan todas ellas una nueva identidad, una nueva forma del vivir nogalense, como si estuvieran hastiados de nuestra condición fronteriza.

Si bien hasta la década de 1970 la calle Morley de la ciudad vecina se había convertido en la tienda de toda la Costa del Pacífico mexicana, hoy ya no lo es y ha sido reemplazada por otras opciones que ya no requieren del cruce transfronterizo de los nogalenses y sonorenses para subsistir, son condiciones que ya no piden la entrega de un documento para poder adquirir cualquier artículo, de subsistencia o no, de satisfacción social o individual, de mera curiosidad o de superficialidad curiosa. Este es el Nogales de hoy, el Nogales cotidiano, el Nogales de todos sus habitantes; un Nogales que superficialmente no requiere de una alteridad fronteriza para subsistir porque todo lo encuentra en su propio seno. Y digo superficialmente, porque en el fondo mucha de la economía local se encuentra basada en la industria maquiladora, porque la educación superior está encaminada hacia la industria de la transformación, porque la diversión se basa en cánones que son, también, aparentemente foráneos en su origen; porque, a fin de cuentas, muchos de los que viven y trabajan aquí son empleados de la globalización económica.

Pero además, frente al aparente extranjerismo local nogalense del que muchos compatriotas se quejan cuando llegan aquí, muchas de las características propias de lo mexicano también se imponen en esta frontera ya que, por ejemplo, aún en el seno de este nuevo Nogales y como acto reivindicador, la antiquísima costumbre mesoamericana del tianguis perdura en muchas manifestaciones finsemanales de las que la más grande de todas ellas ocurre precisamente a lo largo de la calle principal de la Colonia Colosio, la mayor invasión urbana local; es una calle que se convierte de vía de transporte como lo es todos los días, en un enorme mercado en donde el visitante puede encontrar en cualquier sábado o domingo desde un veterinario para sus mascotas hasta tambos para almacenar el cada vez más escaso líquido vital no únicamente local sino sonorense: el agua; o cualquier niño hallará un juguete, electrónico o no, que alimente su imaginación, o bien el ama de casa podrá adquirir los abarrotes que le ayuden a paliar lo caro de la vida. Todo éste es el nuevo Nogales cotidiano, el individual, un Nogales micro que a fin de cuentas depende del Nogales macro, de nuestra condición fronteriza, del comercio internacional.

Y es que acompañando a ese Nogales, aunque cercano a la frontera, otro Nogales más se conserva. Es el Nogales de las cada vez más disminuidas tiendas de curiosidades. Es el Nogales de la violencia transfronteriza, es el Nogales donde vive la gente que tiene la posibilidad de asomarse y ver, aunque sea desde lejos, al Nogales de la nación vecina. Es el Nogales que ve pasar, día con día, a los cotidianos ferrocarriles cargados de autos exportados que fueran fabricados en el interior del Estado; es el Nogales que cíclicamente, año con año, atestigua cómo la gente del Sur de Sonora transforma a la avenida Plutarco Elías Calles en un gigantesco estacionamiento, esperando su turno para poder cruzar la frontera e ir, como antes, de compras a la Unión Americana; es el Nogales que…

En resumen, son dos Nogales que conviven cotidianamente buscando, cada uno, una respuesta absoluta a lo impermanente del coexistir cotidiano.


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