Sunday, January 6, 2013

En vísperas de la huelga de Cananea


Antes de tocar la cronología de la huelga de Cananea es necesario intentar explicar, de manera racional,  cuáles fueron las causas que llevaron a ese desenlace,  e intentar realizarlo dentro de las restricciones de este espacio.

En México y durante el porfiriato se habían registrado alrededor de 250 huelgas; las principales ocurrieron en 1881, 1884, 1889, 1890, 1891 y 1895; aunque ya durante el siglo XX se incrementaron los movimientos obreros: entre 1905 y 1908 tuvimos 25, de las que las más notables fueron la de Cananea en 1906, la de Río Blanco en 1907 y la de los ferrocarrileros en 1908. Es decir, había un descontento obrero generalizado con las condiciones laborales.

Los huelguistas de entonces luchaban contra el incremento de las horas de trabajo; la disminución salarial a los obreros; las peticiones sin respuesta favorable de aumento salarial; el trabajo dominical y nocturno; el cese de operarios; la oposición a los capataces y/o reglamentos; los privilegios otorgados a empleados extranjeros; el pago en vales o en monedas de níquel; los malos tratos; la oposición a contratar empleados que no pertenecieran a las asociaciones obreras, etcétera.

Ahora bien, entre los factores que propiciaron estos movimientos estuvo el importantísimo del establecimiento de enlaces entre, por un lado la clase obrera , y por el otro algunos movimientos de carácter social surgidos de la clase media. Inicialmente había surgido el Club Liberal Ponciano Arriaga, que desembocó en el Primer Congreso Liberal de 1901, mismo que provocó la radicalización de una facción de sus participantes, quienes fundaron en 1905 el Partido Liberal Mexicano, de tendencias claramente anarquistas y encabezado por los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón así como los también hermanos Juan y Manuel Sarabia, Librado Rivera, Antonio I. Villarreal, Rosalío Bustamante. Todos ellos le dieron orden ideológico al despertar obrero.

Pero no creamos que todo se debió meramente a la agitación ideológica obrera.  Las condiciones de vida de los obreros la acompañaban como cotidiano recordatorio de la realidad social que se vivía entonces. Por ejemplo, cabe mencionar la diferencia abismal entre los estándares de vida de mexicanos y extranjeros en el Cananea de entonces. Sobre la Mesa Norte, terreno plano, se extendía el poblado estadounidense, con calles “anchas y bien distribuidas… y las casas de los pobladores americanos atractivamente construidas” con pastos bien conservados, sirvientes chinos y puertas que se abrían a “verandas y jardines con flores de dulces aromas” según lo describiera la esposa de un ingeniero.

Y en contraste con el barrio extranjero sobre la Mesa, en la cañada de abajo, aledaños a la fundición y a las minas, los poblados de Ronquillo o Buenavista estaban formados por un desordenado aglomeramiento de casas de un cuarto, “de carácter primitivo” según las describieran, levantadas con adobes y desechos de la mina. Además, “cuando alguien que vive en las cercanías de la fundición es afectado por una enfermedad es casi seguro que seguirá la muerte … los humos del azufre impiden la curación de los pulmones.”  Y sin embargo eran condiciones similares a las que se vivían en los demás pueblos mineros en Sonora, como El Tigre, Pilares o Nacozari.

Ahora bien,  en cuanto a salubridad en el sector mexicano, podemos entenderla mejor a través del informe de 1902 del entonces Presidente Municipal, Filiberto Vázquez Barroso:  “La mortalidad aumentó de abril a junio por la neumonía que encontró campo adecuado a su desarrollo a causa de las carpas antihigiénicas en que viven amontonados los habitantes de El Ronquillo y se pudo notar que el mayor número de casos graves fue en las cercanías del infecto arroyo que atraviesa dicha Comisaría… El agua, a la cual se ha imputado el origen de las enfermedades del aparato digestivo en esta población se ha cuidado últimamente de mejorar su calidad y actualmente tenemos agua potable de Puertecitos y en la Cananea Vieja, utilizando la de cobre sólo en usos de aseo.”

Y si dirigimos nuestra atención al poder adquisitivo, los sueldos, merece que recordemos que  ese 1906, días antes de la huelga, Cananea contaba con la población más numerosa del Estado, unos 20,000 habitantes, y empleaba a 2,200 extranjeros a los que se les pagaba un sueldo mínimo de 5 pesos oro; y a 5,360 mexicanos que ganaban un sueldo mínimo de 3 pesos plata, y para comprender lo que se podía comprar con ese sueldo podemos acudir a la carta que le envió José María Carrasco, de Cananea, al Gobernador, Rafael Izábal, el 4 de junio de 1906, días después de que explotara la huelga: “3 pesos es un miserable sueldo para comprar leña a 16 pesos y una casa pocilga de una pieza a 15 pesos, doctor a 3 pesos, agua a 5 pesos, un mal calsado a 6 pesos… tenemos que humillarnos los mexicanos porque si lebantamos la voz nos la calla nuestro gobierno…” 

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