Sunday, August 4, 2013

La medición de la frontera en Los Nogales

En el artículo anterior de esta serie leíamos acerca de los orígenes del rancho Los Nogales en 1843, aunque no fue ésta la última ocasión en que su dueño, José Elías, acudió a las autoridades en relación con éste, ya que el 12 de octubre de 1854 nuevamente pedía a la Tesorería Departamental una constancia de la legalidad de su posesión, debido a que “…mis papeles del Rancho de La Casita tienen los requisitos que requiere el Artículo 6 de el reciente Tratado de la Mesilla para que el gobierno norteamericano respete los que queden dentro del territorio que le ha cedido nuestro gobierno. Y como pueda ser que mi relacionado rancho sea de los comprendidos en esa línea  por estar situado poco más o menos en el grado 31 de latitud Norte, quiero, para evitar enteramente todo motivo de cuestión, tener una constancia de que está registrado o anotado en uno de los archivos de tierras de la República, como lo es el que existe a cargo de esa Tesorería…” 

Ya conocemos la historia del Tratado de la Mesilla por lo que no me extenderé en esta ocasión sobre ésta; también sabemos que Casita no fue afectado por los límites establecidos por el Tratado de La Mesilla, aunque Los Nogales sí lo fue, ya que la frontera en esta región, definida por el Artículo 1 de este Tratado, dividió en dos al rancho (En el artículo anterior de esta serie aparece un mapa interactivo del rancho junto con la frontera. Puedes hacer click aquí para leerlo).

De cualquier manera, el gobierno de México le entregó a Elías copia de los expedientes que solicitaba. Para entonces, José Elías había casado con Ana Salazar, nacida en La Cieneguilla, Sonora e hija de un rico minero, Teodoro Salazar, descubridor de los famosos placeres de oro de Santo Domingo en esa misma región en 1803. No quiero cansar la atención del lector y extenderme sobre el tema de genealogías, pero no puedo dejar de mencionar que entre los hijos de este matrimonio estuvo Guilebaldo Elías Salazar, quien vivió en Magdalena y fue padre, entre otros, de otro Guilebaldo y de Carlos, a su vez padres respectivamente de Leopoldo Elías Romero, quien fuera Alcalde de Nogales y de Ernesto Elías Cañedo, destacado hombre de negocios nogalense y abuelo de la actual Primera Dama de Nogales. Pero regresemos a nuestra crónica…

El Tratado de la Mesilla (puedes hacer aquí click para leer sobre los Tratados Internacionales entre Estados Unidos y México) estipulaba que la frontera de México en esta región de Sonora quedaría delimitada por el paralelo 31° 20” hasta el meridiano 111°, de donde partiría la sección azimutal rumbo al río Colorado, por lo que únicamente faltaba marcarla sobre el terreno.

Para realizar esta tarea fueron nombrados dos Comisionados de Límites, William Emory por los Estados Unidos y José Salazar Ylarregui por México, aunque las convulsiones políticas que azotaban a nuestro país llevaron a que José Salazar fuera arrestado y por eso no pudo realizar su tarea. Emory, por su lado, inició él sólo su labor de marcar la frontera partiendo de El Paso del Norte en Febrero de 1855, y en mayo de ese año llegaba a las casas del rancho Los Nogales, situadas dentro del actual Nogales, Arizona, en la salida de la carretera a Patagonia. Allí se dedicó a medir astronómicamente la ubicación del lugar y encontró por un lado que el meridiano 111° se encontraba a unos 12 Km más hacia el Oeste, y que el paralelo 31° 20,” o sea la frontera, cruzaba al Arroyo Los Nogales un poco más hacia el Sur de las casas del rancho, lugar en donde ordenó que fuera colocada una mojonera de piedras.




Esa mojonera internacional, a unos pasos de la actual garita de la calle Elías, lugar que por supuesto estaba totalmente despoblado entonces, al igual que hoy se encontraba amparada por el acantilado que forma el cerro de la hoy calle Elías. A un lado pasaba el camino de herradura que comunicaba al Norte de Sonora, Imuris y Magdalena hacia el Sur, con los asentamientos situados más hacia el Norte, como Tubac y Tucsón; además, un matorral de carrizos intentaba ocultar al arroyo. Sabemos todo ésto porque junto con sus mediciones, uno de los expedicionarios, John E. Weyss, dibujó varios paisajes del valle de Los Nogales que se han conservado.

Pasaron unos días y la sección mexicana, encabezada por el Cap. Francisco Jiménez, venía realizando las mediciones desde el Oeste y llegó también a Nogales. Allí, Jiménez le dijo a Emory que el acuerdo era que ambas Comisiones debían determinar, en forma independiente, la confluencia del meridiano 111° con el paralelo 31° 20”, a lo que Emory le respondió que él ya la había determinado y que si creía que la sección estadounidense sería capaz de intentar engañarle, a lo que Jiménez respondió que nadie podría intentar realizar un fraude que le costara su propia reputación, por lo que accedió a las mediciones realizadas y puntos ubicados por Emory.

Después, ambos comisionados abandonaron la cañada de Los Nogales y regresaron a sus respectivas capitales nacionales a escribir sus informes. Mientras, la cañada de Los Nogales regresó al silencio de los siglos que únicamente duraría pocos  años más; dejaban atrás aquella mojonera de piedras que marcaba una nueva frontera internacional, una mojonera de la que tal vez nadie, por entonces, percibía su importancia.

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