Después de la derrota final en Sonora del General Francisco Villa por los Constitucionalistas, muchos creyeron que la paz y el progreso regresarían a Cananea, aunque no fue así. La inestabilidad social ocasionada por la revolución continuaría ejerciendo su presión sobre la región y a ella se le unirían las consecuencias regionales de la Primera Guerra Mundial.
La compañía minera de Cananea argumentaba que después de la partida de los villistas las instalaciones mineras habían quedado “en un muy mal estado” y valuaron en un total de poco más de $233 mil dólares las pérdidas ocasionadas por la ocupación. Pero eso no era todo, para 1917 se dejaron caducar 7,702 denuncios mineros en la región y poco después el gobierno de México ordenaba que se cerrara la mina hasta que fueran pagados poco más de un millón de dólares en impuestos vencidos. Una nueva receta de relaciones económicas entre un país que descubría su nacionalismo y el capital foráneo estaba naciendo.
Columbus, Nuevo Mexico, después del ataque |
Los mineros siendo deportados de Bisbee |
La deportación de los mineros de Bisbee en 1917 |
Unos 1,200 fueron puestos bajo custodia armada en el estadio de beisbol para ser después subidos a carros de ferrocarril que los expulsaron del Estado de Arizona, y en el pueblo de Hermanas, Nuevo México, cerca de Columbus, pueblo que el año anterior había sido atacado por fuerzas villistas, fueron desembarcados y abandonados después de amenazarlos que no intentaran regresar a Arizona.
Los vagones llenos de gente, listos para ser deportados |
Pero ésto no fue todo, ya que al concluir la I Guerra Mundial el precio del cobre empezó a caer. Para 1920 ya no había quien lo comprara aún a precios por debajo del mercado. Si bien Greene había dicho que “podía poner cobre en Nueva York por menos de 9 centavos por libra”, sus costos reales de producción se habían aproximado al doble de ese precio, aunque para la década de 1920 su costo de producción había sido reducido a poco más de 13 centavos, y aún así nadie compraba el metal. Todo esto forzó a que la mina de Cananea cesara operaciones en 1921.
Al ser cerrada la mina, durante esos años posbélicos Cananea quedó abandonado, y al resumir operaciones fue necesario que la compañía contratara trabajadores de otras regiones del Estado. El procedimiento que siguió para contratarlos nuevamente, en voz del historiador Samuel Truett: “se apoyó en oficiales locales que funcionaban como contratistas… Mientras, las élites regionales se aprovecharon de las dificultades para disciplinar a los trabajadores… administrando a sus compatriotas para favorecer su propia ventaja económica. Así fue como las compañías de cobre surgieron del otro lado de la revolución mexicana aún más fuertes que nunca, aunque todavía tenían que reconciliar sus sueños de control con las redes locales de poder, arraigadas aún más allá de las miradas del Estado o de la corporación.”
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